CARTA DE NUESTRO OBISPO
En la solemnidad de la santísima Trinidad celebramos un año más la Jornada en la que oramos por quienes continuamente oran por nosotros: los contemplativos y contemplativas. Es también una buena ocasión para renovarles nuestra estima y nuestro compromiso para conocer más profundamente su vocación dentro de la Iglesia.
“Con María en el corazón de la Iglesia” es el lema de este año 2020. La Virgen María y la Iglesia constituyen el marco de la Vida contemplativa y lo hacen en clave cordial. María, que contemplaba en su corazón las palabras y gestos de Jesús, es el mejor referente para los contemplativos. Porque ese ‘conservar todo en su corazón’, como señala el papa Francisco, no es algo que hacen de vez en cuando, sino que es un hábito. Sólo quien mira con el corazón ve bien, porque sabe ver en profundidad. También la Iglesia, que con amor materno acompaña a sus hijos e hijas en este momento de dificultades e incertidumbres, les ayuda a descubrir el sentido de los acontecimientos.
¿Cuál es la vocación de una monja de clausura dentro de la Iglesia? Esta preguntaba inquietaba a Santa Teresa del Niño Jesús y le daba vueltas en su corazón. Al fin, leyendo a San Pablo, descubrió cuál era su puesto y función en el seno de la Iglesia: “Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: ‘Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor… En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor, y de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado”. La vida contemplativa, como el corazón, permanece escondida de todo y de todos, pero presente en todo y en todos. No constituye un miembro más entre otros, sino que vivifica a todos los demás miembros del cuerpo eclesial. María y la Iglesia constituyen, cada una a su modo, el corazón que vivifica a todos los hombres con la fuerza del amor divino.
La vida consagrada contemplativa, con María al pie de la cruz, alienta sin descanso la gran esperanza de la Iglesia, que es la misericordia del Padre. Aun en medio de grandes sufrimientos como los presentes, sabe que con paciencia y perseverancia es acogida por la entrañas compasivas de Dios Padre. A Ella le pedimos sea nuestro auxilio cuando padecemos la pandemia que nos inflige tantos males de todo tipo
Con María, presente en las bodas de Caná, los contemplativos irradian al mundo la alegría de vivir y anunciar el Evangelio con el gozo del Espíritu Santo. A Ella acudimos para que nos ayude a responder a nuestra vocación de discípulos misioneros, capaces de vivir con entusiasmo la fe para poder contagiarla a los demás.
Pedimos a la Virgen que guarde a nuestros contemplativos y contemplativas para que cuantos acudan a ellos puedan vivir de los torrentes de agua viva que salta hasta la vida eterna.
+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander
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