lunes, 9 de mayo de 2022

CARTA PASTORAL DE NUESTRO OBISPO ANTE LAS PRIMERAS COMUNIONES

 

  ANTE LAS PRIMERAS COMUNIONES

Para todos los cristianos la Primera Comunión es un acontecimiento verdaderamente importante en su vida. En los recordatorios de mi tiempo se decía que era ‘el día más feliz de la vida’. No si ahora para muchos llegará a tanto, pero desde luego un día gozoso sí que es. Para muchos cristianos este día ha quedado grabado en la memoria como el primer momento en que, aunque de un modo todavía inicial, se percibe la importancia del encuentro personal con Jesús.

 
Las Primeras Comuniones descendieron un 37% en los últimos 10 años, descenso que no se puede deber únicamente al factor demográfico. Al mismo tiempo ha surgido una especie de alternativa: la ‘comunión civil’. Ciertas personas echan de menos algún tipo de ceremonia que resalte el paso de la primera infancia a la pubertad. Pero tras seis años de promover esta práctica parece que la demanda social es más bien nula. No hay ceremonia alguna que pueda sustituir a la Primera Comunión, de manera que lo que realmente urge es recuperar lo que de verdad ha de ser la Primera Comunión religiosa.

 
Lo importante es el sacramento, no los regalos que van a recibir los niños. Por eso es necesaria una buena preparación que ha de consistir en:

 
Una catequesis adecuada a su edad tanto por parte de la familia como por parte
de la parroquia.
Una iniciación en la oración y en la liturgia eucarística
Un esfuerzo por un comportamiento coherente con la fe cristiana. No se puede
creer una cosa y vivir la contraria.
Y, sobre todo, fomentar un deseo personal y gozoso de recibir a Jesús en la Eucaristía.

 
Por lo que se refiere a la celebración litúrgica de la Primera Comunión creo que debemos evitar a toda costa caer en la teatralidad. La celebración de las Primeras Comuniones no puede ser una celebración absolutamente distinta de la Misa de los domingos. Porque precisamente ha de introducir en la participación asidua en la Misa dominical. Hemos de preparar la fiesta de la Primera Comunión con fe y con fervor, pero también con austeridad. Cuando hablamos de austeridad nos referimos a los gastos excesivos que no se deben permitir las familias verdaderamente cristianas.

 
Porque, efectivamente, en ocasiones, con motivo de la Primera Comunión de un hijo, algunas familias se dejan llevar por los compromisos sociales y se embarcan en regalos y gastos exagerados, desplazando así el verdadero interés de este sacramento de la Iniciación cristiana. Hoy, este planteamiento, que siempre está mal, resulta escandaloso. Las familias en las que no entra ningún salario en casa o las que viven de la pensión del abuel o abuela, no pueden entender un comportamiento como éste. Sobriedad y sencillez no están reñidas con alegría y celebración gozosa. Yo recomendaría como se hace ya en algunas parroquias que los niños de la Primera Comunión, de sus propinas, ofrecieran una limosna considerable a Cáritas como expresión de compartir con los más pobres. El mo mento del Ofertorio de la Misa es el más adecuado para este hermoso gesto.

 
Y después de la Primera Comunión, ¿qué? Esta es la gran pregunta que hemos de hacernos si queremos ser honestos. Pues lo primero de todo seguir participando en la Eucaristía, sobre todo los domingos. No puede ocurrir que la Primera Comunión sea desgraciadamente la última.

 
Y, por otra parte, el niño o la niña han de continuar formándose en la fe con la catequesis de postcomunión o bien prepararse para celebrar en su momento la Confirmación.

 

+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gusta